CRÓNICA

Torbellino Keenlyside

El barítono británico inauguró el miércoles el ciclo Palau-Grans Veus

Debut de Simon Keenlyside, con el pianista Malcolm Martineau, en el Palau de la Musica. / ANTONI BOFILL

El ciclo Palau-Grans Veus arrancó el miércoles con Simon Keenlyside, ausente de la temporada barcelonesa desde hace varias temporadas. Ahora regresó con un recital que formaba parte del Festival de Lied  Life Victoria y con varios regalos en el repertorio, como las Histoires naturelles de Ravel y Le travail du peintre de Poulenc, tan poco programadas.

Dedicada a la memoria de Montserrat Caballé, la velada comenzó invocando ruiseñores de la mano de Brahms y seis de sus canciones en las que se apreció a un Keenlyside frío e incómodo. En este género el intérprete queda muy expuesto y hasta que la voz no se le temperó no pudo lucir esa emisión grande que le caracteriza, expansiva y con un pasaje tan bien trabajado. Ayudó su clara dicción y el sentido dramático brindado a las poesías. Varios pianísimos con sabor a falsete fueron la tónica en un Brahms que supo a poco, incluso en los finales algo desconcertantes y con frases aparentemente incómodas y faltas de apoyo.

Todo el bagaje teatral del cantante se hizo presente en las canciones de Ravel, de fantástico enfoque

Todo cambió con los Cuatro poemas de Apolliner de Poulenc, un repertorio que permite una voz áspera que el barítono acompañó de una actitud ad hoc, con las manos en los bolsillos y momentos casi recitados.

Todo el bagaje teatral del cantante británico se hizo presente en las canciones de Ravel, de fantástico enfoque. En la segunda parte llegaron las pictóricas canciones de Poulenc inspiradas en pintores, cual de todas más expresivas. Malcolm Martineaumaravilloso, acompañó con su habitual devoción, regalando en solitario una danza de la Suite francesa de Poulenc. Ambos artistas despidieron el generoso programa con una selección de ocho Lieder de Schubert, con un Keenlyside con el sonido ya muy bien resuelto, con voz plena y a punto y con un Martineau sencillamente magistral, alcanzando momentos de gran intensidad en, por ejemplo, Nachtstück, de gran emotividad. Sobró el atril y llamó la atención la actitud a lo Sheldon Cooper del cantante, que no paró de tocar el botón de su americana ni en Brahms ni en Schubert.