La imagen inicial de Sotobosque, el segundo filme de David Gutiérrez Camps tras el muy curioso documental-ficción 'The Juan Buschwick diaries', es hipnótica: un travelling por un camino inundado por la niebla, presagio de misterios y extrañezas. Después, más reposado y en consonancia con su anterior trabajo, relata en clave de representación documental a un inmigrante africano que se gana la vida como puede en una localidad de Girona. No es cine rural a la vieja usanza. Sí es un relato más contemplativo que activo fundamentado en el paso del tiempo, el sentido de la observación y la veracidad de su dispositivo sonoro.