Si no fuera por la convicción de Colin Firth en alta mar y, sobre todo, la de Rachel Weisz en tierra firme, esta película sobre una conquista imposible basada en hechos reales no tendría mucho sentido. Relata la odisea oceánica de Donald Crowhurst, un hombre acuciado por las deudas que en 1968, y sin experiencia en navegación, emprendió la Golden Globe Race, una prueba de resistencia consistente en circunnavegar por el mundo sin realizar paradas. Lo que le pasa mentalmente durante la larga travesía en soledad no está muy bien explicado, todo lo contrario de la paciente espera de su esposa, esperanzada pero al mismo tiempo consciente de la irreversibilidad de los acontecimientos.