ESTRENO EN EL GREC

En la disco con abuelas coreanas

La coreógrafa Eun-Me Ahn y diez entrañables ancianas de su país cautivan con 'Dancing Grandmothers'

Un momento de ’Dancing Grandmothers’, que el lunes se estrena en el Mercat. 

Para la coreógrafa y bailarina surcoreana Eun-Me Ahn, la danza es alegría, color, sexualidad, libertad, vida. Formada entre sus raíces tradicionales y el chamanismo, y la vanguardia neoyorquina, bailó con su amiga Pina Bausch (la llaman la 'Pina Bausch de Seúl') y llevó su espíritu libre a la hermética y grisácea escena y sociedad de su país. “La danza contemporánea se asociaba a algo aburrido, sombrío. Yo quise darle colorido, brillo, humor, alegría, hacerla accesible y abrirla a todos los públicos”, cuenta Ahn. Con ella llegó la revolución ‘tecnocolor’ y su prestigio la llevó a crear la ceremonia inaugural del Mundial de Fútbol de Seúl 2002. Ahora pasea por todo el mundo sus aplaudidas producciones. Este lunes y martes se estrena en Barcelona, dentro del Grec (Mercat de les Flors) con ‘Dancing Grandmothers’, una celebración de la vida intergeneracional, homenaje a las abuelas de su tierra natal, con la que ha conquistado los corazones de Oriente y Occidente.

Diez de estas honorables y entusiastas señoras (de 60 a 82 años de edad, la mayor es su propia madre, Chang Ran Jung) se unen en escena a los nueve jóvenes y virtuosos bailarines de su compañía en una propuesta sorprendente que cautiva, divierte y emociona a un público que es invitado a unirse a la fiesta. Un estallido de buen rollo y felicidad que atrapa a todos, incluidos los niños que, en una sesión familiar en Praga, disfrutaron como los mayores del encanto y jovialidad de la senectud.

Colorista y pop

El espectáculo, colorista popurrí de ‘happy flower’, electrónica, pop, acrobacias, trance, humor y ternura, tiende puentes entre lo ancestral y la modernidad; la juventud y la tercera edad. Se inicia con las proyecciones de una ‘roadmovie’ por los paisajes coreanos. Asoma sigilosa Ahn, ataviada con un traje tradicional rojo a lo Agatha Ruiz de la Prada y con su característica cabeza rapada que, según dice, le ha ayudado a liberarse, ser ella misma y mantener su honestidad. Imita con lentitud los gestos sencillos y auténticos de esas ancianas que han inspirado su trabajo, desde las coreografías hasta el vestuario.

La irrupción de los bailarines profesionales  –ellos con floreados vestidos- dispara el contraste con una enérgica y extenuante danza a ritmo de Sónar y pop. Rápidos y vigorosos movimientos, también inspirados en los de las venerables señoras, y acrobacias fluyen en una desbordante expresión de libertad.

Campesinas en danza

A continuación se proyectan, silentes, las imágenes que Ahn grabó en el 2010 en su recorrido durante un mes por las zonas rurales de su país, animando a las ancianas a bailar improvisadamente ante su cámara. El resultado es un excelente documental, que quedará como memoria de una época, en el que vemos a campesinas, fruteras, peluqueras, profesoras… contoneando sus cuerpos más o menos castigados (hay quien baila con andador) en algún caso bajo las perplejas miradas masculinas. La ternura, el humor y la jovialidad de las protagonistas traspasa la pantalla, y los aplausos premian la salida a escena de una decena de esas abuelas a las que Ahn ha regalado una segunda vida y un espacio de libertad.

“Es una generación de luchadoras que sufrieron guerras, dictadura, represión, oscuridad. Llevaron el peso de sus familias con mucho esfuerzo y trabajo, no las dejaron estudiar”, cuenta la coreógrafa. El baile las empodera. Les permite quitarse los grilletes y expresarse libres a través de sus cuerpos en un ‘show’ que valoriza el espíritu vital de nuestros mayores.

Cada una de ellas se expresa a su manera con la sonrisa placentera instalada en sus rostros y una sensual dignidad. Seducen acompañadas por una banda sonora que incluye ‘hits’ patrios, tango, melodías nostálgicas, rusas y pop. A solas, o junto con la joven compañía, son las reinas de una fiesta a la que al final, con la música disco, se suman los espectadores en un latido de contagiosa felicidad.