Un profesor racista y una alumna de origen argelino condenados a entenderse a lo largo de una serie de lecciones de oratoria. Yvan Attal utiliza con primor todos los trucos de este noble arte de convencer a un auditorio a través de las palabras, en este caso de las imágenes, para configurar un relato en torno al choque entre dos personajes condenados a odiarse y que sin embargo terminan por convertirse en un ejemplo de tolerancia y respeto. Puede parecer naíf, pero en un país donde la ultraderecha sigue en ascenso no es un mensaje desdeñable, sobre todo si se transmite a través de una película en la que por una vez la chispa se encuentra en ese gran olvidado que es el lenguaje, convertido en arma de concienciación ideológica y sociopolítica.