En un momento de El caso de Cristo, durante la investigación que lleva a cabo un periodista en torno a la veracidad de la resurrección, se lamenta de que ninguna de las fuentes que aparecen en su estudio sea imparcial, que todas se decanten a uno u otro lado dependiendo de sus creencias. Y aunque al principio el director Jon Gunn juegue a despistar estableciendo una especie de rigor periodístico alrededor de la trama, lo cierto es que la película no esconde sus cartas, convirtiéndose en su tramo final en una oda al proselitismo religioso. Nada que objetar. El caso de Cristo parte del choque entre ateísmo y conversión a la fe, cumpliendo su función de manera no demasiado ofensiva para ninguna de las partes.