El fotógrafo es como un cazador que tiene el tiempo como presa, se dice en 'Hacia la luz'. Y el protagonista es precisamente un fotógrafo que se está quedando ciego, así que se aferra a la poca visión que le queda, y ese es su tiempo, su presa. La cámara es su corazón, aunque ya no pueda usarla. Por eso toda la película tiene una luz ambarina, una luz que se diluye como la vista. En la joven que hace descripciones en audio de películas para ciegos encuentra por igual sosiego y tormento. La última de Naomi Kawase es una notable película sobre el hecho de ver y de sentir.