Reducida a una sinopsis, 'La cabaña' puede confundirse con el tipo de película que hay que ver para creer: un hombre cuya hija fue brutalmente asesinada logra afrontar la tragedia pasando el fin de semana con Dios -encarnado por una mujer negra amante de Neil Young-, Jesucristo y el Espíritu Santo, que tiene rasgos asiáticos. En pantalla, en cambio, no es más que dos interminables horas de eslóganes propios de libro de autoayuda y palabrería 'new age' sobre la necesidad de tener fe. Porque si hay fe, sostiene la película, no hace falta más. Nada, pues, que el público natural de esta película no sepa ya.