EN LA FILMOTECA

Bulle Ogier, memoria viva del cine de autor

La actriz, que trabajó con Buñuel, Oliveira, Duras y Fassbinder, presenta en Barcelona un ciclo dedicado a Jacques Rivette, su director fetiche

Bulle Ogier, en la Filmoteca de Catalunya. / EFE / QUIQUE GARCÍA

Bulle Ogier, musa de Jacques Rivette (fallecido en enero de 2016) y de buena parte del cine europeo de los 60 y 70, ha presentado en Barcelona la retrospectiva que la Filmoteca de Catalunya dedica al cineasta francés con el título de 'Rivette nous appartient', en alusión al título de su primer largometraje, 'Paris nous appartient' (París nos pertenece). Ogier, nacida en 1939, es más que memoria viva del cine de autor de las últimos cinco décadas. Hizo siete películas con Rivette, participando en la escritura a veces improvisada de dos de ellas, pero ha trabajado también con Barbet Schroeder, R. W. Fassbinder, Luis Buñuel, Manoel de Oliveira, Marguerite Duras, Alain Tanner, Olivier Assayas y Raúl Ruiz, entre otros. Su presencia frágil y luminosa recorre una de las parcelas más importantes del cine de nuestro tiempo, y recuerdos son lúcidos y pertinentes.

De las películas que interpretó a las órdenes de Rivette destacan, por su mezcla de cine y teatro, la improvisación actoral y el excelso metraje, 'L’amour fou' (1969), de cuatro horas, y 'Out One' (1971), de 12 horas. "Jacques vio varias representaciones de la obra que hacíamos con Jean-Pierre Kalfon, y nos propuso una película en la que nosotros interpretaríamos a un director y una actriz que están haciendo una adaptación de 'Andrómaca'", recuerda Ogier. Así nació la convulsa 'L’amour fou', una película sobre el teatro, el cine y el amor que lo desborda y aniquila todo.

Todos los implicados introdujeron sus propias experiencias. "Veníamos de rupturas amorosas y Rivette utilizó en la película esa tristeza que teníamos. Kalfon había roto con la actriz Valérie Lagrange. Rivette había roto con Marilù Parolini, guionista del filme. Yo me había divorciado. Todo era muy personal". Una película única.

"IMPROVISACIÓN SALVAJE"

El siguiente trabajo conjunto, 'Out One', resultó aún más extremo, con su mezcla de acciones, personajes y dos situaciones teatrales en paralelo. "Cuando llegábamos al plató, no sabíamos lo que habían hecho los otros actores el día anterior. Fue una improvisación salvaje. El operador, Pierre-William Glenn, tenía libertad absoluta para seguir a los actores". La actriz recalca que dos de las mejores cosas de Rivette eran la libertad que daba a los actores y a los cámaras. Ahí es muy importante la influencia que tuvo en Rivette el cine de John Cassavetes.

Uno de los trabajos más decisivos de Rivette es 'Céline y Julie van en barco' (1974), en el que Ogier tiene un papel más secundario pero primordial. El director les dio a leer una novela de Henry James para ambientarse en esta historia en la que mezcla los relatos de fantasmas con Lewis Carroll. "Rivette nos empujaba y nos ponía siempre al límite. Todo estaba muy controlado, pero dejaba que improvisáramos aportando mucho de nosotras mismas. Este filme es una auténtica locura". Un auténtico viaje por los sentidos en el que unos bombones son transmisores alucinantes de conocimiento.

La actriz trabajó con Rivette y, en una ocasión, con Chabrol. No lo hizo con Godard, Rohmer y Truffaut. "Yo soy una actriz post-Nouvelle Vague". Rivette la llevó del teatro al cine en 1969, cuando la Nueva Ola había remitido. Recuerda con mucho cariño a Buñuel, con quien hizo 'El discreto encanto de la burguesía' (1972), "de los primeros que empleó un monitor de vídeo durante el rodaje para controlar los resultados". Con Barbet Schroeder, su pareja desde hace años, hizo tres películas, entre ellas la muy polémica en su momento 'Maîtresse' (1975), aquí titulada 'Amante, querida, p…', un retrato del sadomasoquismo. "Los clientes que aparecen en el filme son reales y Barbet nos hizo trabajar a Gérard Depardieu y a mí con dos auténticas 'dominatrix'".