Como ocurre con 'La vida de Adèle' o en la más reciente 'Carol', 'El verano de Sangailé' no es necesariamente una película sobre una relación lésbica, sino un filme sobre los desajustes, equilibrios y fricciones de cualquier relación amorosa, sea en la adolescencia o en la madurez, con las particularidades de cada situación personal y el proceso que nace con el primer deseo. 

En este sentido, el trabajo de la realizadora lituana Alanté Kavaïté es un excelente retrato de cómo surge la atracción que deriva en compañía, amor o necesidad. La forma de presentar a las dos protagonistas principales ya invita a ese placer en el movimiento, en la sorpresa: la joven Sangailé contempla admirada una serie de estéticas acrobacias aéreas, mientras Auste la observa a ella, curiosa, interesada, atraída.

Es pues un filme sobre esa atracción y la manera que tiene de materializarse a partir de dos cuerpos que experimentan y se reconocen mutuamente. Son más interesantes las escenas entre las dos protagonistas, las de ellas y los amigos de Auste divirtiéndose en la playa y los momentos de Sangailé sola en su habitación, aislada de un mundo que no comparte (se infringe cortes con un compás, 17 en un brazo y 14 en el otro), que aquellas que atañen a la relación con sus padres. La incomprensión participa en un filme que es una celebración al nacimiento de la atracción, tanto la amorosa como la del arte de volar.