Pese a que su título en parte promete aventuras como las de Jason Bourne, en realidad 'Un espía y medio' se interesa más por las desventuras de Laurel y Hardy. Sus alusiones al cine de espionaje carecen por completo de sentido, su intriga argumental es tediosa, y los tiroteos y persecuciones que aparecen en escena cada 15 minutos resultan tan insípidas como incomprensibles.

Pero, por otra parte, Dwayne Johnson y Kevin Hart componen un dúo cómico perfecto. Ponerlos juntos en pantalla es como enfrentar a un puerco espín con un tractor pero, más que del contraste físico -que también-, la película saca partido de la dicotomía de personalidades: por un lado la energía maniaca de Hart, permanentemente a punto de saltar como un muñeco de trapo atrapado en una caja de sorpresas; por otro la habilidad de Johnson para actuar a la contra de las expectativas que su enorme estatura nos impone. 

Por eso, ninguno de los tres guionistas de 'Un espía y medio' merece tanto crédito como el agente de 'cásting' que decidió juntar a ambos actores; la película, decimos, nunca llega a ser mucho más que sus peloteos de idioteces. Aunque, por otra parte, sus apuntes sobre lo que implica envejecer y lidiar con las expectativas y decepciones vitales le proporcionan una ternura inusual en el cine de acción, y la osadía que combina su mensaje anti-'bullying' con chistes de mal gusto y homofobia ocasional nos recuerda lo bien que le sienta la incorrección política a la comedia.