Las 'Mil y una noches' del mal de Claudio Magris

El escritor italiano publica 'No ha lugar a proceder', su primera novela en diez años

El autor protagoniza el pregón de la lectura de Sant Jordi en el Saló de Cent

Claudio Magris, en Barcelona.  / JOAN CORTADELLAS

Un anuncio en el 'Piccolo', el veterano rotativo de Trieste, aparecido en 1963 puso al más ilustre triestino, el escritor Claudio Magris, sobre la pista de Diego de Henríquez. "Submarinos usados compro y vendo" rezaba la nota, como quien compra y vende sellos antiguos. El tal Henríquez, descendiente de alemanes, hispanos y portugueses, fue una de las espoletas que ha hecho estallar 'No ha lugar a proceder' (Anagrama / 1984), una obra ambiciosa y total, la primera novela que escribe en 10 años.

La visita de Magris a Barcelona tiene un doble objetivo. Por un lado, presentar este libro, polífónico. Por otro, ser el pregonero de la lectura en el Saló de Cent del Ayuntamiento en un denso y jugoso diálogo con su buen amigo Josep Ramoneda. No es este el primer Sant Jordi de este escritor pausado y dado a conversaciones oceánicas. "Me gusta que el día del libro esté dedicado a un santo inventado que la Iglesia ha retirado del santoral. Porque es el triunfo de la ficción y como es bien sabido todos los poetas son unos mentirosos". Frase esta última que el profesor Magris dice, cómo no, en griego clásico.

UN MUSEO BÉLICO PARA LA PAZ

La novela, que la crítica italiana se ha aprestado a definir como unas 'Mil y una noches' del mal, se inspira en el museo que el tal Henríquez quiso crear en Trieste con todo tipo de memorabilia bélica como una advertencia para la paz. "Me he inspirado en ese personaje extravagante que dormía en un ataúd entre aquellos objetos grandilocuentes y extraños y que murió en un incendio, posiblemente, intencionado. Pero, como bien decían Mark Twain e Italo Svevo [otro ilustre triestino]  los escritores deben renunciar a la realidad porque esta siempre es más inverosímil que la ficción. Lo que yo hago es componer otra forma con las piezas de un inmenso mosaico que es la realidad".

Para lograr esa forma, Magris se vale de otro personaje, Luisa, hija de una judía deportada "que quizá fue confidente de los nazis" y de un sargento afroamericano, que encargada de organizar el museo, extrae una historia de cada uno de los objetos "como una Sheherezade que frotase  la lámpara mágica". Hay otra vinculación a Trieste y es la evocación de la Risiera de San Sabba, el único campo de exterminio nazi que existió en Italia. "En una de las paredes de aquel edificio alguien escribió los nombres de los judíos que, sin tener la manos manchadas de sangre, mantuvieron buenas relaciones con los verdugos. Esos nombres desaparecieron más tarde tras una mano de pintura blanca". Magris admite que uno de los temas de fondo de la novela es la impunidad no solo respecto del delito sino también trasladada a una vida cotidiana marcada por la  cobardía y los gestos.  

FELIZ CUMPLEAÑOS, ADOLF 

La ciudad, su ciudad, crisol de tradiciones y culturas, modelo abigarrado para la novela, se muestra como un  laboratorio de la historia en la que se entrecruzan mil episodios, pero en especial uno que tiene para el autor una significación especial. El 20 de abril de 1945, cumpleaños de Hitler, quien a pocos días del hundimiento final, con las tropas rusas  rodeando Berlín, celebró el evento en el  Palacio triestino de Miramare, un lugar hermoso pero fantasmal y cargado de malos augurios que fue construido para el malogrado emperador Maximiliano de México. "Esa fiesta es una escena carnavalesca que seduciría a cualquier escritor y que yo he hecho con mayor o menor mérito. Me interesó ver cómo la que la mayoría de los asistentes repitieron falsedades a sabiendas de que lo eran. Pero también mostrar a algunos ciudadanos triestinos que acudieron a la fiesta, que  hubieran podido declinar la invitación diciendo que estaban enfermos y sin embargo participaron".

Por el libro a la humanidad 

Como el salvador de una cierta idea la cultura humanista europea. Como el profeta contra el nihilismo y la indiferencia. Como el escritor de la frontera. Así ha definido Josep Ramoneda a Claudio Magris en el diálogo sobre la lectura, la forma que tiene el Pregón de Sant Jordi desde hace años, y que se ha convertido en un paseo evocador de la experiencia lectora del italiano. Magris recordó como a los cinco años, cuando todavía no sabía unir las letras, su tía María le leyó 'Los misterios de la jungla negra' de Salgari, del que todavía es capaz de recordar frases enteras. "Ese libro me llevó a pensar por primera vez en la variedad del mundo, a creer que a través de  un libro se puede acceder a la humanidad como la linfa de un árbol". Para que Magris se decida a leer uno, un libro debe tener "capacidad de seducción", algo esencial para encontrarse con el poder de la ficción "como hizo el Quijote en la cueva de Montesinos" . Él, que se define como analfabeto digital –todavía sigue escribiendo sus libros a mano- sigue vinculado al libro tradicional pero está convencido de que el texto es poderoso y se abrirá paso "más allá de su concreción técnica".