'Nuestra hermana pequeña' presenta la versión más pausada del director Hirazaku Koreeda. En los últimos años se ha dicho que su cine se inclinaba hacia el del maestro Yasujiro Ozu (algo que han hecho otros directores japoneses como Yôji Yamada). No es tanto en su reposada puesta en escena como en la construcción de relatos sobre enfrentamientos generacionales y conflictos familiares. 

El director se ha alejado de este modo de su visión más arisca del mundo, presente en el drama sobre la infancia 'Nadie sabe' o en sus filmes pertenecientes a otros géneros, caso del fantástico en 'After life', ambientado en un purgatorio existencial, y el cine de samuráis en 'Hana'.

Personalmente prefiero el arrojo de estos títulos que la delicada pausa de 'Nuestra hermana pequeña' y las anteriores 'Still walking', 'Kiseki'(Milagro)' o 'De tal padre, tal hijo'. Pero Koreeda domina con precisión los resortes emotivos y sabe filmar los enfrentamientos dramáticos con un tono casi ingrávido, sin que los personajes levanten la voz ni él levante la cámara.

El estilo del filme es elogiosamente transparente: tres hermanas, la hermanastra pequeña que descubren que tienen durante el funeral del padre que las abandonó hace años, la casa que comparten con la abuela, los rechazos y los afectos, la convivencia, la pequeña ciudad y el mar. 

Pocos pero más que suficientes elementos para relatar una historia en la que la delicadeza en el detalle gana siempre a la tensión, aunque la relación entre las protagonistas sea considerablemente compleja.