Para meditar sobre el perenne poder de Eva Perón como imagen y símbolo de los movimientos sociales y las clases oprimidas de Argentina, Pablo Agüero se centra en el rocambolesco peregrinaje que en su día sufrió su cadáver embalsamado. Sería un enfoque francamente intrigante de no ser porque la apuesta del director por contemplar la historia desde el surrealismo y la intrepidez conceptual degenera en amaneramiento y falta de foco, y porque sus intentos de poesía macabra se quedan en mero fetichismo necrófilo.