DE 'ALLÍ ABAJO' AL CLUB CAPITOL

Una comedia da voz a los artículos de Pérez-Reverte

Alfonso Sánchez y Alberto López adaptan y protagonizan 'Patente de corso'

Alberto López (izquierda) y Alfonso Sänchez, ayer en La Rambla. / JOSEP GARCIA

Se convirtieron en fenómeno viral como los dos amiguetes andaluces que hablaban  de la humano y lo divino en los cortos de Una trilogía sevillana. Y de lo humano hablarán desde este miércoles en el Club Capitol con Patente de corso, una comedia irónica y mordaz, un «Breaking bad a la española», basada en los textos periodísticos de Arturo Pérez-Reverte. Son Alfonso Sánchez y Alberto López, los amigos de Rafa (Dani Rovira) en Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes (aún por estrenar), que triunfan en la tele con la serie Allí abajo. Antes, el primer y aplaudido largo de Sánchez, El mundo es nuestro, les puso en el mapa cinéfilo. Y aquí están, saltando ahora al teatro con un «tratado ibérico del hijoputismo», como subtitulan la obra, que dirige Sánchez.

La pareja no esconde el orgullo de haber sido los primeros en llevar a la escena -con dramaturgia de Ana Graciani- un texto del novelista, en este caso una selección de los 1.200 artículos de opinión -«sus ajustes de cuentas semanales», dicen- escritos en los últimos 30 años pero de plena vigencia. Ha sido un visionario, destacan los actores, que eligieron su artículo premonitorio, Los amos del mundo, publicado en 1998, como base de la comedia, en la que se entrelazan diálogos, monólogos y escenas musicales. «Es muy humanista y punky», la definen.

«Lo único que nos pidió Arturo fue que no abandonáramos el humor. Él tiene mucho sentido del humor», afirman. La comicidad de Patente de corso, muy alejada de la de los ocho apellidos..., entronca con Rafael Azcona, Pepe Rubianes, Ivà... Y algo hay, confiesa Sánchez, en la creación de los dos personajes, Luciano (Sánchez) y Mariano (López), de la aclamada Breaking bad. «Soy superfan y sí, Mariano sería como Walter White, y yo me acercaría a su evolución como Heisenberg», resuelve.

Luciano es un espabilado del lado oscuro. Ha sido pirata, cabo, trilero, contrabandista... , mientras que Mariano es un «pringado», un desesperado agente de seguros harto de que la vida le trate mal. Quiere convertirse en «un gran hijo de puta» y que Luciano le ayude, que sea su maestro. «Aquí tenemos papeles antagonistas, a lo Jack Lemmon y Walter Matthau», explican los actores, que, citando a Pérez-Reverte, convienen:  «No es lo mismo ser un delincuente que se busca la vida al límite de ciertas reglas, malandrines que mantienen ciertos códigos, que un cabrón desbocado al que todo le da igual».

La acción transcurre en un bar portuario y sigue una estructura de musical, con ambientes sonoros creados por Benito Jiménez, también técnico de iluminación y camarero. «La obra habla de lo que ocurre pero es optimista, alegre, flamenca, gitana, mediterránea...», aclara López. «Plantea que los ideales están en la uvi y hay que rescatarlos. Y para ello hay que promover el sentido común», apostilla Sánchez.

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