Andy Fickman
Kevin James ha hecho carrera usando su obesidad como chiste. Llamémoslo autobullying. Con Superpoli de centro comercial (2009), en la piel de un remedo paródico de John McClane, alcanzó un éxito que solo se explica por la masoquista proclividad del público a contemplar la estupidez ajena. Aquí la fórmula de la primera película se repite: es una sucesión de secuencias en las que James cae o es golpeado, tan barata que ni verla el día del espectador sale a cuenta. Estamos en abril, y ya conocemos la peor película del 2015. N. S.