Producida por Guillermo del Toro, El libro de la vida utiliza la festividad mexicana de El Día de los Muertos como contexto para transitar entre tres mundos --el de los vivos, el de los recordados y el de los olvidados— y, en el proceso, relatar cómo dos jóvenes compiten por el corazón de una muchacha ferozmente independiente.
El director Jorge R. Gutiérrez celebra la historia y la exuberancia visual de México sin necesidad de convertir la película en un catálogo de postales exóticas, y logra presentar un triángulo amoroso en el que -al menos para lo habitual en el cine infantil- los personajes se comportan de forma realista. Asimismo, logra hacer un uso óptimo de sus limitados recursos al lograr que el color y el diseño disimulen el escaso presupuesto y la imperfecta animación.
Es una pena que, por otra parte, los chistes tiendan siempre a ir a lo fácil, y que en última instancia la película caiga en el pecado más recurrente del cine de animación actual no producido por Pixar: el abusivo uso de montajes al ritmo de canciones pop que intentan crear momentos climáticos de forma fácil y perezosa. Considerando que El libro de la vida es una fábula atemporal, y que ahí está buena parte de su gracia, ¿qué sentido tiene insertarle una y otra vez anacronismos sonoros como el Creep de Radiohead, convenientemente dotados de sutiles arreglos mariachis? NANDO SALVÀ
Jorge R. Gutiérrez