CRÓNICA La violinista luce su elegancia y virtuosismo en el Palau junto a la ONE

Brillante Mutter

Anne-Sophie Mutter, la noche del jueves, en el Palau. / ANTONI BOFILL

Anne-Sophie Mutter exhibió la noche del jueves en la apertura de Palau 100 que, a sus 51 años, no solo no ha perdido un ápice de su elegancia, sino que la belleza del sonido que extrae de su instrumento ha alcanzado cotas ensoñadoras de musicalidad. La artista deslumbró con el Concierto para violín y orquesta, número 1 de Max Bruch, acompañada por la poderosa Orquesta Nacional de España (ONE), dirigida por un histriónico Miguel Harth-Bedoya. Dos aclamadas propinas de Bach pusieron la guinda a una espectacular actuación.

La violinista alemana, ataviada para la ocasión con un elegante vestido largo azulverdoso,  demostró su calidad interpretativa apoyada en una visible teatralidad. La gestualidad, respaldada con golpes de cabeza dirigidos a los músicos, hay que leerla más en clave de expresión del sentimiento musical que como una segunda dirección para adecuar el acompañamiento a su intensa lectura de una de las partituras más populares para violín y orquesta.

Emoción y virtuosismo aparecieron especialmente en el adagio y el allegro energico final. Y lo propio ocurrió, acrecentado, en los bises donde la artista en solitario elevó su mundo sonoro a cotas de perfección. Como suele ocurrir en este tipo de citas, la orquesta debe adaptarse a las exigencias de la estrella del concierto y el resultado del ensamblaje fue desigual.

MINIMALISMO ÍNTIMO / La velada se completó con el estreno de Bach in Himmel, de Bernat Vivancos, edificada sobre el preludio número 1 del Clave bien temperado de Bach. Interesante y debatida deconstrucción de la pieza que parte de un minimalismo íntimo para evolucionar hacia una melodía infinita que llega a una gran explosión orquestal. Faltó homogeneidad en la interpretación, pero el público la recibió con reiterados aplausos.  La ONE mostró todo su poderío, sobre todo en la cuerda, con la arrebatadora Sinfonía del nuevo mundo de Dvorák, pero pese a la calidad de los músicos fue llevada por Miguel Harth-Bedoya hacia los excesos sonoros.