TERROR

Anodino satanismo Líbranos del mal

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Durante sus primeros 40 minutos, Líbranos del mal mezcla la estructura argumental de una película policiaca con las convenciones del cine de posesiones satánicas. Funciona a modo de híbrido entre Seven El exorcista, para entendernos. Mientras tanto, coquetea con un interesante subtexto al sugerir que son los traumas lo que realmente posee a la gente; especialmente a policías y soldados, que son testigos de atrocidades y alojan en su interior una insondable oscuridad.

Sin embargo, es una película demasiado simple como para desarrollar la idea. Los desolados escenarios que propone no aspiran tanto a ser paisajes de miseria moral como a aportar gravedad a un relato de terror tediosamente ramplón, más preocupado por manejar conceptos genéricos sobre el bien y el mal y escenificar pugnas bíblicas típicas.

Así, cualquier consideración seria de sus asuntos de cabecera es ensombrecida por la agresiva estupidez de los clichés a los que recurre, desde esa banda sonora plagada de distorsiones y ruidos de niños y animales, hasta ese rutinario catálogo de imágenes tétricas --un bebé lanzado al foso de los leones por su madre, un gato momificado clavado en una cruz, un enjambre de insectos que emergen de los ojos de un cadáver-, tan inquietantes como esencialmente gratuitas. La exploración del mal que el director Scott Derrickson lleva a cabo es abstracta y perezosa, ¿y qué decir de ese intento de asociar las canciones de los Doors al horror? NANDO SALVÀ

Scott Derrickson