Rama Burshtein

Cualquier película sobre una comunidad que no nos es cercana, como en este caso una familia judía ortodoxa de Tel-Aviv, puede parecernos una especie de retrato antropológico. El director de Llenar el vacío juega un poco con esta idea: no es tanto un filme para consumo interno como una forma de exponer al mundo algunos de los sistemas de valores, contradicciones y efectos identitarios de la cultura hebrea. Contemplada así, más que como un drama familiar con hija que debe acatar las estrictas normas familiares, la película es certera y didáctica. Escenas como la última atestiguan además un brío narrativo y pulsión fílmica considerables. Q. C.