unA FIGURA del CIRCO DEL SIGLO XXI
El alucinante domador de objetos
Johann Le Guillerm debuta con 'Secret' en el Mercat de les Flors
Johann Le Guillerm, en una imagen promocional del espectáculo.
MARTA CERVERA
ANNECY ENVIADA ESPECIAL
Para Johann Le Guillerm
-primer alumno de la escuela francesa de circo que se matriculó con honores y que 10 años después consiguió el Premio Nacional de Circo en su país-, el más dífícil todavía consiste en sorprender al espectador con números donde la fuerza, el equilibrio y la magia sean sus aliados. Capaz de elaborar curiosas ruedas de madera, doblegar metales y construir impresionantes figuras geométricas con barras de madera, Le Guillerm se ha convertido en uno de los artistas del circo contemporáneo más aclamado. En Francia su espectáculo Secret se vio en Annecy antes de viajar al Mercat de les Flors, donde recalará a partir mañana y hasta el día 21 de abril.
En Francia, el espectáculo se completaba con una interesante exposición que permitía descubrir el rico universo de este singular artista, un auténtico domador matérico.
Guillerm es un equilibrista inquieto cuya pasión por dominar los objetos y convertir en estable lo inestables le ha llevado a desarrollar todo tipo de teorías e inventos. «Concibo el circo como un espacio minoritario donde se hacen cosas que van más allá de la capacidad humana», comenta. «Quiero perturbar, crear el caos mental, ofrecer nuevas ideas que cuestionen las que ya tenemos», añade. Le Guillerm abandonó los estudios a los 15 años y halló en el circo una vía para dar rienda suelta a su enorme creatividad y a su eterno reto de desafiar la inestabilidad.
SOBRIEDAD / La sobriedad de la puesta en escena de sus espectáculos contrasta con el gusto por el detalle y la riqueza de algunos ingenios que utiliza, todos creados por él. Basta fijarse en la maravillosa rueda de madera clara con aspecto de caracol en la que se encarama o las candilejas con velas que aparecen en escena. «El circo debe evolucionar y no caer en la vulgarización. Ha de inventar cosas que no existen», dice Le Guillerm.
En su carpa juega con barras de madera de unos tres metros que maneja con una habilidad pasmosa. El impresionante proceso de creación de sus esculturas impacta tanto como la facilidad con la que se derrumban construcciones tan sólidas como frágiles.
«Me gusta trabajar con materiales naturales y desde la simplicidad. Huyo de la sofisticación», reconoce. Uno de los números más delicados de su espectáculo está realizado únicamente con sus manos. En otro, el viento es el protagonista.
En escena actúa con el torso desnudo, con su melena recogida en una trenza y con sus pies protegidos por unas curiosas botas puntiagudas diseñadas por él. «El personaje que ve la gente es mi cara oculta», admite Le Guillerm, un tipo curioso que gracias a una subvención dispone de un laboratorio de investigación en el Jardín de Agronomia Tropical de París.
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