-Tocará una selección del primer y segundo libro de El clave bien temperado en lugar de la integral.
-Es que es imposible hacerlo entero y no tiene sentido porque hay obras que no sabes si fueron compuestas para clavecín o para órgano. Y tocar todas las piezas de golpe resulta demasiado indigesto, pesado.
-Hoy ofrecerá 17 de los 24 preludios y fugas del libro primero y mañana, 16 de los 24, del segundo. ¿En qué se ha basado la selección?
-He intentado recoger lo esencial de la obra a base de preludios que están bien encadenados, que tienen un sentido y ofrecen un agradable viaje al público. Lo mejor de El clave bien temperado es que recorre todas las tonalidades, de la mayor a la menor. Experimentas el carácter que dicha tonalidad imprime a cada obra.
Bach te hace experimentar todas las sensaciones, desde la tristeza con las piezas en fa menor hasta la alegría, con el sol mayor.
-¿Cómo hay que abordar hoy esta obra maestra del barroco?
-Yo intento hacerla muy legible. Es interesante ir más allá de la partitura y compararla con otras de sus obras como las cantatas, porque ayudan a penetrar en su mensaje.
-Como organista de la iglesia de Saint-Louis-en-l'Île, ¿prefiere un edificio antiguo o una sala moderna?
-Depende. El contexto es importante, pero la clave es que el instrumento se adapte al lugar. En un auditorio moderno, si no es grande y el público está cerca, el sonido del clavecín puede llegar bien. El órgano necesita estar en un gran espacio.
-En el Petit Palau ha solicitado una disposición diferente.
-El clave estará en la platea y se colocarán sillas alrededor. Al clavecín no le sienta bien estar al fondo de una gran sala, requiere cercanía.
-¿Cómo se enganchó al clave?
-Yo en realidad me enamoré del sonido del órgano. Me fascinó cuando lo escuché por primera vez en la iglesia: ese extraordinario sonido que venía de lejos y de la nada.