CRÓNICA
El paisaje moral de Juan Marsé
Oriol Broggi dibuja en el Lliure un seductor 'remix' de cinco novelas del autor
Alícia Pérez, en una escena de 'Adiós a la infancia', con Sisa (izquierda), Xicu Masó (derecha) y Oriol Guinart.
El teatro contemporáneo ha encontrado en los textos no teatrales una veta inagotable. El Lliure de Gràcia, por ejemplo, ha acogido dos propuestas seguidas que se mueven en ese sentido. A El policía de las ratas, un relato de Roberto Bolaño dirigido por Àlex Rigola, le ha sucedido Adiós a la infancia, una aventi de Marsé. Ahora ha sido Oriol Broggi, con el dramaturgo Pau Miró, quien ha acometido el reto de llevar a un escenario el paisaje moral del escritor barcelonés, su retrato de los vencidos en la Barcelona de la posguerra, con material de cinco de sus novelas -Caligrafía de los sueños, Si te dicen que caí, El embrujo de Shanghai, Un día volveré y Rabos de lagartija- y el añadido de un breve homenaje al Pijoaparte.
Broggi no se lo dijo a Marsé, y no lo pretendía, pero su remix es otro homenaje en toda regla. Por no faltar, ni falta un instante con una foto del escritor en el centro de la escena. Desde su inicio, Adiós a la infancia se mueve en esas coordenadas. Se recibe al público con una recreación del baile dominical de la cooperativa La Lealtad (hoy el Lliure), al que asistía Marsé en su adolescencia. La orquestina Sensación, que comanda Jaume Sisa, invita al espectador a bailar un bolero o un pasodoble.
Las canciones de Sisa engalanan una propuesta seductora y emotiva. El cantautor galáctico se siente igual de cómodo como líder de la banda que siendo un cardenal en una breve e hilarante escena. Entre la música y un inicio brillante, la obra nos lleva a la particular atmósfera de la narrativa de Marsé de la mano de sus personajes: el capitán Blay, el oculto marinero antifranquista, la prostituta Aurora, la adolescente tísica, el inspector Galván, el padre ausente... Todos con el hilo conductor de Ringo, álter ego del autor, el niño que empieza en pantalones cortos y acaba la obra con pantalones largos en su adiós a la inocencia.
SÓLIDO EQUIPO / Broggi saca con nota otra apuesta ambiciosa, aunque el ritmo y el interés no sean sostenidos. Por momentos parece que tanto él como Miró han sido demasiado respetuosos con una escritura de tanto rango. El estatismo y extensión de algunos monólogos restan vuelo y juego teatral a un espectáculo de duración algo excesiva. Pero acaba por imponerse el sólido trabajo de todo el equipo, desde un Oriol Guinart que nunca chirría como Ringo hasta un Xico Masó formidable como el capitán Blay, pasando por la polivalencia de Jordi Oriol y Xavier Ricart.
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