El gran equipaje moral de Botto

CRÓNICA El actor, y también autor, impacta en el Lliure con 'Un trozo invisible de este mundo'

Juan Diego Botto, en su monólogo sobre la tortura durante la dictadura argentina. / JAVIER NAVAL

No por sabidas está de más revisar cuestiones referentes a ese durísimo trago por el que pasan quienes tienen que dejar un día su casa, su tierra y su mundo. Y más en estos tiempos en que los anclajes éticos y morales precisan de solidez inquebrantable. El Lliure de Montjuïc acoge, hasta el día 29, cinco grandes monólogos de Juan Diego Botto, que interpreta además cuatro de ellos. El otro está a cargo de la debutante Astrid Jones, una artista con una carrera ligada a la música negra.

Exilio e inmigración llenan de contenido Un trozo invisible de este mundo, algo a lo que no es ajeno el propio Botto, que llegó a España a los 3 años con su madre, la profesora de arte dramático Cristina Rota, y su hermana María, también actriz. Ese desarraigo en un país extraño se plasma, por ejemplo, en el segundo monólogo, el que más se tiñe del humor que nunca abandona la obra pese a la gravedad de lo que se dice.

DIRECTO Y EMOTIVO / Botto reitera lo que ya se conocía, su solvencia interpretativa, y también revela una excelente mano para la escritura con un lenguaje directo y emotivo. Él solo llena con su vigor, con un trabajo sincero, desnudo, sin trampas, un escenario presidido por una cinta giratoria de aeropuerto y lleno de las maletas y baúles que remiten a esa huida en busca de un futuro mejor (o no). Maletas que no dejan de aparecer y caer como metáfora de esas agitadas vidas en movimiento.

De la misma forma que Botto, Jones recrea, con mayor emoción si cabe, el caso real de una congoleña fallecida en un centro de internamiento de extranjeros de Madrid tras ser ignorada por las autoridades.

La acertada dirección de Sergio Péris Mencheta realza la fuerza de lo que se dice en las cinco historias. A Botto, hijo de un desaparecido, se le ve especialmente implicado en la cuarta, la de Turquito, un opositor a la dictadura argentina que delata a sus compañeros de lucha para seguir vivo y poder explicar así, como decía el escritor antifascista Primo Levi, las atrocidades de la represión. En definitiva, y jugando con el símil de las maletas, el equipaje moral y ético de Juan Diego Botto emociona en el Lliure. Es una obviedad, cierto, pero de Madrid no solo llega el ruido casposo de otros tiempos.