Andreu Alfarofue ante todo, para quienes tuvimos la suerte de tratarlo, un hombre cálido y muy entrañable. Un conversador infatigable, inteligente e ingenioso. Alguien con quien uno podía estar hablando horas y horas, de cualquier tema, sin tener la sensación de que el tiempo pasaba. Un artista dotado de una creatividad inmensa. Siendo, como fue, hijo de carnicero, desplegó desde muy joven una tremenda habilidad como dibujante, primero, y más tarde se convirtió en un escultor brillante con una certera visión del espacio. Su obra para la Autònoma de Barcelona, que nos impresionó desde el primer momento, ha acabado convirtiéndose en un símbolo de nuestra universidad.Alfarofue, además de un creador único, un hombre comprometido con su país, su gente y la lengua catalana. Tenía muy claro que somos un solo pueblo. Y que entre valencianos y catalanes hay una unidad cultural que emana precisamente de ese pueblo, en el que él se sentía plenamente arraigado.
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Creatividad y compromiso
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