Brandon Cronenberg es hijo de David y no puede negarlo: su primer largometraje, Antiviral, presentado ayer en el festival de cine de Sitges, es un ejercicio de horror corporal y una visión clínica de la perversión humana. Hablamos con el director sobre la influencia familiar, el rojo sangre sobre el blanco y la fascinante actriz Sarah Gadon.

--¿Cuál es el origen de 'Antiviral'?

--La enfermedad. Estuve muy enfermo en el 2004, cuando entré en la escuela de cine. Tenía sueños extraños y empecé a ver la enfermedad como algo, digamos, extrañamente íntimo. En mi película la gente se quiere infectar con las enfermedades de sus ídolos precisamente por esto.

--¿Cuánto le preocupa la cultura de los famosos en que vivimos?

--La celebridad no es algo nuevo; tampoco el fetichismo, el ansia por tener partes de tus ídolos. Pero diría que ahora mismo existen más famosos que nunca, y les dedicamos más tiempo que nunca.

--La película tiene una estética fría: casi todos los entornos son blancos; cuando aparece la sangre, el impacto es frontal.

--Era ese el contraste que buscaba. Que cuando la sangre entrase en pantalla tuviera un efecto rotundo. La sangre y la carne sirven para recordarnos que, más allá del papel cuché, esos personajes son vulnerables, frágiles.

--Comparte con su padre el interés por el horror corporal. También una visión clínica del mundo y el cine en sí mismo. ¿Qué le inculcó y cómo le ha influido?

--No puedo negar el influjo de mi padre. He crecido a su alrededor. Y tenemos una relación estupenda. Pero tampoco lo he estudiado a fondo; de hecho, empecé a ver sus películas con veintitantos años y todavía no las he visto todas. En cualquier caso, no puedo negar que nuestras sensibilidades se solapan.

--¿Escogió a Sarah Gadon tras verla en 'Un método peligroso'?

--Sí, así es. Es curioso: ella no quería interpretar a Hannah, sino a su antagonista masculino, Levine.