Ser parte de The xx no ha debido de ser fácil en los últimos tiempos. Su primer disco, xx (2009), acaparó la pasión crítica, el favor del público y el premio Mercury. Su despojada y sensual forma de entender el pop creó escuela y ha influido en una multitud de géneros. Muchos temíamos si sabrían sobrevivir, seguir creciendo, pero después de lo visto el jueves se despejaron todas las dudas: siguen arriba. Y no solo eso; son mejores que nunca.
Como era de esperar, una parte del público entendió las partes de silencio, o de espacio negativo, que hay en su música como una oportunidad para hablar. Pero fueron minoría: lo más fácil era quedar embobado ante las guitarras lánguidas pero poderosas de Romy Madley Croft, el entrelazado de su voz con la de Oliver Sim (también bajista) y el dinamismo de Jamie Smith ante su arsenal de percusiones electrónicas (y no), teclados y otros útiles de maquinitas.
Sobre las nuevas canciones -de un disco previsto para el otoño- solo pueden hablarse maravillas: The xx han sabido evolucionar sin caer en la tentación del efectismo; su sonido es más rico y complejo pero aún se caracteriza por un minimalismo férreo. Reunion, con esa emotiva melodía de marimba, será un clásico.