Crítica de la película

'Winter's Bone', mayúscula narrativa

Tráiler de ’Winter’s Bone’. / periodico

Aunque usando un patrón convencional de cine indie -escenario rural gélido, tensiones parentales y socioeconómicas, paisajes atmosféricos-, este thriller neorrealista lleva a cabo un retrato nada postizo y, por el contrario, durísimo y dolorosamente auténtico, de determinación a la supervivencia y sacrificio familiar.

En manos menos firmes que las de Debra Granik, la investigación que Ree (Jennifer Lawrence) lleva a cabo impulsada por la necesidad de mantener la seguridad y la custodia de sus hermanos, su búsqueda en chabolas drogadictas, subastas de ganado y graneros infernales, habría sido usada como nutriente de estrategias dramáticas exploitation y fines moralistas, pero la directora se abstiene tanto de exprimir las vidas de sus personajes con fines caricaturescos o condescendientes como de apelar a nuestros prejuicios. Prefiere dejar que la fealdad y la belleza aparezcan a su manera, ajenas a mensajes didácticos.

Allí donde podría haber colocado signos de exclamación, la película se resigna a mostrar la pobreza, las necesidades y los perversos códigos de conducta de un submundo implacable, y a dejar que el significado de su historia derive de una acumulación constante y muy sutil de los matices de la vida de su protagonista. Ree y su clan están tan ligados a su circunstancia como sus perros lo están a sus cadenas en el patio, pero en el rechazo de la joven a ceder ante usureros inflexibles, parientes criminales y sospechosos agentes de la ley, la esperanza poco a poco florece. Sin embargo, el optimismo aparece siempre mezclado con una corriente subterránea de desasosiego, procedente de la constatación de que vidas como esa transcurren en la cuerda floja, y por tanto deben vivirse con mucho cuidado.