Atrapado entre la historia real del bailarín Li Cunxin y las demandas genéricas del biopic, el director Bruce Beresford acaba convirtiendo hechos certificados en material típico de estereotipados dramas deportivos. En El último bailarín de Mao, cuando pasan cosas tristes cae la nieve, y toda dificultad puede superarse con un montaje musical de imágenes de entrenamientos -lo único que separa esta película de una entrega de Rocky es que aquí no suena The eye of the tiger--. Dado que esta película se ha hecho mil veces, su desenlace es totalmente previsible: subidón de música, lágrimas, redención, the end. Incluso llegado ese momento, sin embargo, sabemos que Li puede bailar como un ángel pero, en términos psicológicos y emocionales, sigue siendo un completo misterio para nosotros.
crítica
'El último bailarín de Mao', una vida hecha cliché
El tráiler de la película ’El último bailarín de Mao’. /
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