Ideas

Sexo viejuno

El mismo día en que leo las necrológicas deBob Guccione,fundador de la revistaPenthouse, me entero de que van a echar abajo la Casita Blanca. Desde luego, el sexo ya no es lo que era. Pero ni el señorGuccioneha muerto en la hoguera -donde querían verle los puritanos de los años 60- ni la Casita Blanca cierra bajo las presiones morales del vecindario, sino que se limita a seguir el ejemplo de la mítica Pensión Lolita de la Rambla, que desapareció para dejar sitio a la Pompeu Fabra.Bob Guccionese muere de cáncer de pulmón y la Casita Blanca de asco: ciertas instituciones acaban sus días convertidas en antiguallas.

Aún sobreviven algunas antiguallas del siglo XX. Mi preferida esHugh Hefner,el creador del imperioPlayboy. Está algo gagá y cada vez se le cae más la baba sobre los pechos siliconados de sus conejitas, pero resulta entrañable. Y alguien que lleva cuarenta años en batín, pijama y zapatillas es alguien que merece nuestra admiración, aunque internet le haya pasado por encima y lo haya dejado hecho unos zorros. Peor estáLarry Flynt,el inventor deHustler, en silla de ruedas desde tiempo inmemorial.Hefner, Guccione, Flynt.Curioso trío: el elegante, el guarro y el más guarro. Barridos por la historia y convertidos en piezas de museo, en sombras de una época en la que la gente se aliviaba sobre una hoja de papel y no sobre la pantalla del ordenador (o a partir de ciertas edades, sobre el teclado).

En cualquier caso, el paso del tiempo, el progreso, convierte a peligrosos pornógrafos en ancianos inofensivos y casi románticos a los que cualquiercomputer nerdde veintitantos años puede superar en dinero, poder e influencia. Desde este punto de vista, mi amigoJosé María Ponce,que dirigió montones de películas porno sin ganar ni un duro, me pareceHolderlin.Y los responsables dePrivate, que viven en Sant Cugat y cuyos hijos van al colegio con la hija de una buena amiga mía, me recuerdan más aLa tribu de los Bradyque a la familiaManson.

Antes de que se nos muera el pobreHugh Hefner,el Ayuntamiento de Barcelona debería invitarle a presidir la demolición de la Casita Blanca. Con sus conejitas, su batín, su pijama y sus pantuflas. Y una ambulancia cerca, por si las moscas.