En su ópera prima, Pascal Chaumeil se apoya en el encanto de su pareja protagonista, Vanessa Paradis y Romain Duris -aunque su atracción resulta tan creíble como el Ratoncito Pérez- para suministrarnos una embarazosa colección de clichés. Todo en esta comedia romántica es derivativo y excesivamente familiar -hasta incluye la típica epifanía final en un aeropuerto-, por lo que resulta muy apropiado que su escena más memorable recree, casi plano a plano, una célebre coreografía deDirty Dancing -la recreación debería provocar sonrojo pero, extrañamente, no es así--. Teniendo en cuenta la superficialidad deLos seductoresy su reverencia por la fórmula, el anunciadoremakehollywoodiense será sin duda una innecesaria redundancia.
COMEDIA
'Los seductores', como un 'déjà vu'
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