¿Realmente la diferencia de edad es tan grave a estas alturas en una relación entre dos adultos? No, pero toda comedia romántica necesita motivos para que los amantes no estén juntos hasta el último acto, y el director Bart Freundlich no encontró uno mejor que ese. Eso no sería grave si Justin Bartha no careciera de carisma, o si Catherine Zeta-Jones compartiera con él algo de química ¿lo mira como si mirara un semáforo¿. O si el guión deMi segunda vez no aquejara una fallida tendencia al humor grosero y un sentimentalismo que alcanza su apogeo en un clímax increíblemente cursi según el cual la mejor forma de ganar el corazón de una mujer es adoptar a un niño en Bangladesh. Es tentador pensar que Freundlich está de guasa, pero está claro que los chistes no se le dan bien.
crítcas
'Mi segunda vez', entre lo cursi y el mal gusto
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