Dovizioso lidera el triplete italiano en Mugello

El piloto italiano de Ducati, que corrió sin apenas dormir, puso en pie un circuito que se llenó para ver ganar a Rossi

Andrea Dovizioso rueda por delante de Valentino Rossi y de Danillo Petrucci durante el GP de Italia de MotoGP. / EFE / LUCA ZENNARO

Si hay dos seres humanos, si hay dos pilotos, si hay dos profesionales diferentes, distintos, casi dispares, lo que no significa que uno sea mejor que otro, más profesional, más eficaz, más simpático, más, más, esos son los dos italianos que protagonizaron ayer el Gran Premio de Italia, que citó, en el trazado de Mugello, doce horas después de que el Real Madrid apalizase a la Juventus, símbolo de Italia, a 98.269 apasionados 'tifosi'. El mítico, popular, campeonísimo y vencedor Valentino Rossi (Yamaha) y el modesto, sencillo, silencioso, caballeroso y bonachón Andrea Dovizioso (Ducati).

El día y la noche, lo que no signica la luz y la oscuridad. Los dos son, a su estilo, a su manera, dos portentos. Uno conquista, agrada, enamora, vence (bueno, perdón, vencía, arrasaba) y el otro, caminando con zapatillas de gamuza, ha convertido su carrera en un modelo a imitar, en una auténtica demostración de lo que es competir y pasar por la vida como un auténtico señor.

La jornada, el día, la fiesta estaba organizada, única y exclusivamente, para Rossi. El Doctor, el nueve veces campeón, pobló Mugello, que aquí llaman Mugiallo, porque se llena de seguidores amarillos (giallo, en italiano) y se presentó como el auténtico héroe nacional, mundial. Venía de un accidente que, a la postre, no fue tan grave como nos vendieron los medios italianos, que lo adoran, que lo idolatran. Se golpeó el pecho, sí, haciendo motocrós, pero no sufrió herida, fractura alguna. Se fue recuperando, poco a poco, y este domingo salió disparado nada más apagarse el semáforo. Voló, sí.

A LA SOMBRA DE LORENZO

Dovizioso, siempre a la sombra de todos, siempre culto, discreto, de opinión pausada y sabia, no levantó la voz cuando Ducati, su marca, pagó 12 millones de euros por temporada por el tricampeón mallorquín Jorge Lorenzo. «Ahora sí que no tenemos excusa para no ganar el título», dijo el ingeniero Gigi Dall'Igna, creador de la portentosa y veloz Desmosedici. Como si no existiese Dovi. Pero Dovizioso no alzó la voz y siguió currando, aún sabiendo que tendría, como así le ocurre en cada carrera y ensayo, las palmas de sus manos ensangrentadas pues esta Ducati sigue siendo un potro de tortura.

Esos dos pilotos, esos dos señores, esos dos campeones fueron protagonistas del carrerón de Mugello, el lugar escogido (es broma, no tiene nada que ver, son dos cosas distintas) por los azzurri para vengarse de la derrota sufrida en Cardiff. Por vez primera en lo que va de año, no hubo victorias españolas. Y sí triplete italianoAndrea Migno (Moto3), Mattia Pasini (Moto2), que llevaba ocho años sin ganar, y Andrea Dovizioso (MotoGP). Rossi no subió ni al podio, a cuyo pie se postró buena parte de los 98.269 tifosi para homenajear a Dovi, que cogió el micro (¡ven como es un señorazo!) y dijo: «Sé que habéis venido a ver ganar a otro, por eso os agradezco, aún más, estos vítores y aplausos que me habéis dedicado».

LA PROEZA DE DOVIZIOSO

Rossi es dueño de los mejores números de la historia, es propietario, casi, casi, del mejor álbum de cromos del motociclismo, pero no hay nadie, nadie, que mantenga la gesta que mantiene Dovi, que, desde que debutó, en Mugello-2001, en el Mundial, no se ha perdido un solo gran premio ¡ni uno!, corriendo, de forma consecutiva, las 264 carreras que se han disputado. Y eso que este domingo, sin ir más lejos, se subió a su destructora y veloz Ducati, sin haber dormido, habiéndose pasado la noche sentado en la taza del wáter de su hotel, vomitando continuamente y perdiendo fuerzas por... bueno, ya me entienden.

«Cuando empezó la carrera estaba convencido de que no tendría energías para acabarla, pero sí. Esta maravillosa Ducati me ayudó». Ese Dovi, que ni siquiera dio una sola vuelta por la mañana, en el ensayo previo a la carrera («no hacía falta, estábamos listos para la batalla») dejó boquiabierto al mundo entero, a todo Mugiallo y, sí, cómo no, al propio Rossi, que acabó, insisto, fuera del podio. Y, esta vez, sin gloria. O escasa, muy escasa.

LAS DUCATI, AL PODER

La carrera, en la que Marc Márquez, que acabaría sexto, y Dani Pedrosa, que se caería arroyando a Cal Crutchlow, volvió a demostrar que esta Honda aún no está para ganar (y menos con unos neumáticos Michelin que no se adaptan a ella). La prueba empezó con exhibición de Rossi y Maverick Viñales, que arrancaba desde la pole y parecía dispuesto a dar un golpe definitivo al campeonato del mundo. Y por poco lo logra.

Se fueron las dos Yamaha azules, pero apareció, no solo Dovi, sino el aguerrido Danilo Petrucci, otro atrevido italiano («habría cambiado mi casa por este podio en Mugello»), para darles caza. Y, no solo los pillaron, sino que los superaron. A mitad de carrera, Dovizioso (era la vuelta 14 de las 23 que se hacían) exprimió su ensangrentada mano del gas y se escapó medio segundo. Adiós.

Y AHORA, BARCELONA

Viñales, que, pese a ser solo la sexta carrera de 18, ya corre en modo título, arriesgó lo justo para ser segundo. «Tenía detrás a 'Vale' y a Marc, así que estos 20 puntos me saben a gloria. Y, además, pensé: 'Como aprietes y te caigas, como pretendas la machada y te vayas al suelo, ni se te ocurra volver al box, porque Ramón (Forcada, su técnico) te mete una paliza que no veas'». Y, sí, aunque pudo intentarlo, Viñales ni lo probó. Por eso ahora es líder con 26 puntos más que Dovi, 30 más que Vale y 37 más que Márquez y Pedrosa. Y llega Barcelona. ¡Ya! esta semana, este domingo. Aquí al lado, cerquísima. En casa.