EL PILOTO CATALÁN EMPEZÓ A HACER HISTORIA CONQUISTANDO EL TÍTULO MUNDIAL DE 125CC

'Crivi' cumple 25 años

El 'nen de Seva' se convirtió en 1989 en el campeón más joven de la historia con 19 años

Recuerdo 8 Crivillé se asomó hace 15 días al trazado de Brno. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

«Solo recuerdo que me caí mucho. Mucho. Y me hice mucho daño. Y sufrí mucho sobre la moto. Pero también me lo pasé en grande. Formábamos un gran equipo. Me recuerda al equipo de Márquez de ahora. Nos lo pasábamos en grande. Yo me caía, casi siempre en los entrenamientos, ves, en eso también era parecido a Marc, y ellos se pasaban la noche entera reconstruyendo las fibras, el chásis y el motor. Y, al día siguiente, yo estaba delante. Siempre suele decirse lo mismo, pero aquello sí fue un sueño hecho realidad, ¡vaya que sí!».

Àlex Crivillé (Seva, Barcelona, 1970) cumple hoy, 27 de agosto, 25 años. Que no son pocos. Hoy, hace un cuarto de siglo, el nen de Seva se proclamó campeón del mundo de 125cc. Más, lo hizo a lomos de una moto fabricada en el Eixample barcelonés. Diseñada por un gurú, por un mago, por un auténtico arquitecto de motos, el desaparecido Antonio Cobas, el Adrian Newey de las motos. «No habrá otro igual que Antonio (Cobas). Fue único en todos los sentidos, un auténtico genio», recuerda Sito Pons, campeón de 250cc ese mismo año con Cobas. La moto de Crivi, la JJ-Cobas, fue un invento de Cobas y su socio Jacinto Moriana, otro iluminado, ya desaparecido. Más todavía, Crivillé se convirtió, con solo 19 años, en el campeón más joven de la historia.

Y todo surgió de la rebeldía de Crivillé, que el año anterior se peleó con Derbi, que deseaba retenerlo en 80cc con Jorge Martínez, Aspar, y Manuel, Champi, Herreros en el mismo equipo. «Temí que siguiesen las órdenes de equipo y yo, ya entonces, no estaba para obedecer. Así que me fui a la aventura. Dejé una fábrica, la mejor, para meterme en un lío maravilloso, en un proyecto nuevo, artesanal, que contaba con el apoyo de Marlboro, que ya era mucho», relata Crivillé, a punto de viajar a Silverstone (Gran Bretaña) donde este fin de semana se corre el gran premio.

Moto y piloto artesanales

Crivillé, que aquel año del triplete (además de Sito, Champi se coronó en 80cc) fue la auténtica figura del circo, recuerda que, con esa moto artesanal «que Antonio tocaba y retocaba, reinventándose el chásis cada noche», se peleó con la Derbi oficial de Aspar y hasta seis Hondas pata negra de Ezio Gianola, Hans Spaan y Stefan Prein. «Mi moto, gracias a Antonio, tenía un paso por curva suicida, velocísimo, pero también un equilibrio muy crítico. Era un diseño muy radical, se aguantaba muchísimo pero, si te pasabas, te ibas al suelo sin aviso».

«Àlex ganó porque le echó muchas pelotas, la verdad, muchas. Y también, claro, porque tenía una moto increíble, cuyo motor Rotax fue modificado por otro loco, Eduardo Giró, como Antonio, un tipo de otra época», relata Santi Mulero, entonces técnico de Sito e íntimo amigo y colega de Cobas. «Han pasado 25 años y podemos seguir diciendo que Antonio fue único. Un avanzado a su tiempo, un mago capaz de inventar materiales, geometrías y distribuciones de peso en la moto que nadie se atrevía a emplear. Porque a su genio había que añadir su determinación y atrevimiento. Y si a todo ello sumas un piloto con ganas, con fe, con manos, con valentía y, sobre todo, con ganas de demostrarle al mundo que no se había equivocado en la apuesta, sale un campeón. O dos, Crivi y Antonio», sentencia Mulero.

Un época maravillosa

«Fue muy hermoso, mucho, vivir aquel momento, aquel título porque fue la coronación de un mundo de iluminados, pues aún hoy no sé quién estaba más loco si Antonio, Jacinto, Eduardo o yo, la verdad», recuerda Crivillé, que insiste, 25 años después, que aquella fue una conquista casi milagrosa. «Todo, todo, era muy artesanal, empezando por mí, que era todo atrevimiento, ganas y pasión por convertir en ganadora una moto muy nuestra, hecha en casa, a mano, dibujada con lápiz sobre un papel».

«Yo recuerdo aquella maravillosa época y comparto con Crivi la admiración por Antonio», dice Alberto Puig, que también trabajó «por suerte» con Cobas. «Tú te ibas al hotel y Antonio se quedaba maquinando cómo hacer que tu moto se aguantase más que las demás. Y casi siempre lo lograba».