Un tartazo a una estatua de cera de Carlos III, una sopa de tomate estampada ante un cuadro de Van Gogh y un puré de patatas lanzado a un Monet. Estos son algunos de los gestos protagonizados por diferentes grupos ecologistas en los últimos 10 días para llamar la atención sobre la gravedad de la crisis climática y la necesidad de tomar medidas para frenar su avance. Las imágenes de estas protestas, realizadas en vísperas de la próxima cumbre climática de Sharm el Sheikh, han dado la vuelta al mundo y han encendido un acalorado debate entre defensores y detractores de estas acciones. ¿Pero es efectivo utilizar los 'ataques' en los museos como una herramienta para concienciar sobre crisis climática o, por el contrario, solo aumentan la enemistad hacia la causa?
En vísperas de Sharm el Sheikh
La protesta climática se multiplica en los museos y abre un agitado debate sobre su utilidad
Algunos estudios sugieren que las acciones extremas reducen el apoyo popular, mientras que otros apuntan a que pueden ayudar a sumar adeptos
Las protestas, protagonizadas en su mayoría por mujeres jóvenes, también ilustran un debate generacional
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