En julio de 1980, una ola de calor extrema azotó el sur de Estados Unidos y elevó los termómetros hasta los 38,4 grados. En noviembre de 1985, un episodio de calor infernal dejó Brasil con una temperatura récord de 36,5 grados. En abril de 1998, el sudeste asiático sufrió un episodio de canícula sin precedentes y, por aquel entonces, los 32,8 grados registrados parecían un extremo imposible de superar. Todos estos registros que, en su día, destacaron como récord tardarán cada vez menos en quedarse obsoletos porque, tal y como advierte desde hace décadas la comunidad científica, el avance de la crisis climática y del calentamiento global siembra el terreno para que las olas de calor sean cada vez más intensas y frecuentes.
Estudio científico
La crisis climática dispara el riesgo de olas de calor extremo
Un estudio advierte de que el avance de la crisis climática siembra el terreno para episodios de calor extremo cada vez más intensos y frecuentes
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