La cumbre del clima progresa a trompicones hacia un acuerdo final

El ministro francés de Exteriores presenta un último borrador con concesiones para arrancar un acuerdo vinculante

Las oenegés ecologistas presionan para que los estados firmen un pacto ambicioso

Activistas con máscaras de líderes mundiales protestan ante el edificio donde se celebra cumbre, en París. / JACKY NAEGELEN

Tras una maratoniana sesión, Laurent Fabius, ministro francés de Asuntos Exteriores y presidente de la cumbre del clima (COP21), ha presentado finalmente en la noche de este jueves a los delegados de los casi 200 países presentes en París un nuevo borrador de acuerdo que, según ha insistido, quiere que sea el último antes de la jornada de clausura del viernes. "Está orientado exclusivamente a la búsqueda de un compromiso -ha dicho-, pero sin olvidar que el acuerdo debe ser vinculante, justo y ambicioso. Lo queremos y lo podemos lograr". Sin dar más detalles, el anfitrión de la cumbre ha emplazado a los delegados a examinar la nueva versión y a pronunciarse para que el texto esté listo por la mañana.

Evidentemente, el retraso en la redacción del borrador puede interpretarse como un resultado de las enormes diferencias que aún perduran, algo que Fabius no ha negado, pero también como esprint negociador para evitar que se repitan las escenas melodramáticas de las anteriores clausuras, con delegados dormidos sobre los micrófonos a las cinco de la mañana. "Hemos tenido en cuenta las mejoras propuestas. Esperamos haber conciliado las posiciones de cada uno -ha dicho el ministro-. Sabemos que el compromiso significa tener que renunciar a algo". Si no surge pronto un acuerdo, la cumbre no terminará el viernes, sino que las negociaciones se podrían prolongar hasta la mañana del sábado.

El nuevo texto es ligeramente má corto que el precedente y también se han suprimido buena parte de los corchetes o frases en fricción, pero todavía quedan algunos en los asuntos más complejos. Sin embargo, Fabius se ha mostrado satisfecho: "La perspectiva es que esto sea el acuerdo final".

En cualquier caso, las diferencias presagian que la conferencia internacional se encamina hacia un acuerdo de mínimos. No necesariamente malo: ambicioso en los objetivos generales, con una base que todos puedan aceptar, pero sí discreto en su traslación práctica. Por este motivo, las oenegés agrupadas en Climate Action Network (CAN) advierten del riesgo de que las negociaciones rebajen tanto su ambición que concluyan con un acuerdo descafeinado. "Estamos pidiendo una señal clara, pero algunas partes todavía están enturbiando las aguas con un texto débil", ha sintetizado May Boeve, director ejecutivo de 350.org. "Necesitamos que los países luchen por opciones ambiciosas y por el objetivo a largo plazo de descarbonizar la Tierra", añade Mohamed Adow, asesor de la asociación Christian Aid.

DIFERENCIACIÓN

Por ejemplo, como explica David Howell, de SEO-Birdlife, se discute encarnizadamente  sobre la llamada "diferenciación", es decir, los criterios que dividen los países entre los que están capacitados para ayudar económicamente y los que necesitan con urgencia una ayuda para hacer frente a los efectos más inmediatos del calentamiento global. Sin tener claro este aspecto, es complicado llegar a los 100.000 millones de dólares anuales de contribución que se necesitan a partir del 2020, según los criterios de la Convención de la ONU sobre Cambio Climático (UNFCCC). La especialista española Teresa Ribera, veterana en estas lides y ahora asesora de la presidencia francesa, insinúa que podría plasmarse en el tratado el deber que tienen los más ricos de ayudar a los más pobres, pero sin concretarse quién pertenece a cada categoría. Estados Unido y China se niegan a avanzar por esta senda y consideran que todas las contribuciones deberían ser voluntarias.

Un capítulo también importante son los llamados INDC, los planes nacionales de reducción de emisiones que los países han entregado a la ONU antes de la cumbre. Pese a haberse elaborado de forma voluntaria -cada cual ha decidido su objetivo-, resulta que muchas delegaciones, entre ellas la estadounidense, no quieren que los INDC figuren en el tratado de París como una obligatoriedad y ahora de lo que se trata es de buscar una fórmula de aceptación. "Obama tendría problemas para que lo aprobara su Senado. Eso ya lo sabíamos antes de venir a París. Así que habrá que buscar alguna alternativa para que EEUU pueda cumplir las promesas", comenta Alejandro González, de Amigos de la Tierra.

Y si no hay INDC, tampoco puede haber un mecanismo de control internacional que decida si el esfuerzo conjunto de los INDC basta para frenar el cambio climático. "Sin los ciclos de revisión cada cinco años, el acuerdo no tiene sentido", dice el comisario europeo de Acción por el Clima, Miguel Arias Cañete. Los cálculos de diversas organizaciones muestran que, en caso de que se cumplan a rajatabla los INDC anunciados, las temperaturas medias del planeta subirán al menos 2,7 grados.

Descarbonización aplazada

El tratado final parece que emplazará a la comunidad internacional a evitar un aumento de la temperatura superior a los dos grados, y se propone la opción de 1,5 si se dieran unas circunstancias favorables. Pero sin un objetivo claro de reducción de emisiones, puede convertirse en papel mojado. "El borrador se está manchando con las huellas dactilares de los estados productores de petróleo -lamenta Kaisa Kosonen, de Greenpeace-. Es bueno que se incluya lo de los 1,5 grados. Lo malo es que los INDC son tan débiles que no lo van a hacer posible". Además, a petición de Arabia Saudí y otros, el objetivo de la "descarbonización" o eliminación completa del uso de combustibles fósiles en el mundo ha sido sustituido en el texto por la expresión "neutralidad climática", lo que da vía libre a sustituir la reducción de emisiones por otros "métodos de bioingeniería como la captura de carbono", lamenta Alejandro González, de Amigos de la Tierra.