La gripe de 1918 sorprendió a Picasso en París, donde, por culpa de su zarpazo, perdió a su buen amigo el poeta surrealista Guillaume Apollinaire. La capital francesa no debía de ser precisamente una copa burbujeante de ‘champagne’ por el terror al contagio y por las carretadas de hombres que habían regresado mutilados de las trincheras de Verdún y del Somme (al mismo Apollinaire la metralla le había abierto la cabeza). Aun así, a pesar del ambiente angustioso, la pandemia encontró al genio trabajando. En aquel año gripal, Picasso no perdió el tiempo: se casó con la bailarina rusa Olga Khokhlova, continuó pintando como una pantera e inauguró una exposición con Matisse. Pues bien, ese es el espíritu que impera en el museo que lleva su nombre, de la mano de Emmanuel Guigon, su director: hay que seguir picando piedra fina. ‘The show must go on’.
Selecto Ambigú
La generosidad de Picasso
El museo de la calle de Montcada sigue en la brecha pese a la caída de visitantes por el coronavirus
El director del Museo Picasso de Barcelona, Emmanuel Guigon, observa la escultura ’Jamais’ de Oscar Domínguez. /
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