San Cugat (o Cucufate, Cucufato o Cucuphas) merecería el título de santo, mártir y reincidente. De este predicador norteafricano se dice que fue eviscerado y recosido, incinerado y revivido, apresado y liberado y, finalmente, degollado a petición propia, cansado ya de tanto trajín. Pero la cultura popular, en las zonas hispanohablantes allí donde se utiliza la versión de su nombre que rima con la forma verbal 'ato', aún le ha reservado un tormento póstumo. Atar un lazo estrangulando una bolsa que simula los testículos del pobre Cucufato servía como invocación, más bien imperativa, para recuperar un objeto perdido. Con estos antecedentes no es extraño que la parroquia que se puso bajo su advocación durante un milenio sea la más ceniza, gafe e reiteradamente desafortunada de Barcelona. Una de las siete parroquias históricas en que hasta el siglo XIX estuvo dividida la ciudad es quizá la única iglesia del orbe que ha acabado convertida (me di cuenta cuando pasé por delante hace unas semanas) en supermercado.
La Contra
La iglesia más gafe de Barcelona
Sant Cugat del Rec fue incendiada, bombardeada, demolida y finalmente relevada por un supermercado
La plaza de Sant Cugat. /
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