“Para serte sincero, Barack, a veces es difícil no pensar que la cosa no tiene remedio. La situación es dura… y se vuelve más dura cada día que pasa”. Se lo comentaba Mac Alexander a Obama antes de ser presidente. Eran los albores del nuevo siglo. El entonces senador tenía al restaurante MacArthur’s de la calle Madison de Chicago como uno de sus favoritos y a su propietario como un referente. Un veterano de guerra que había superado el trauma de perder una pierna y triunfado en el negocio y que observaba con satisfacción las largas colas que se organizaban para saborear sus platos de cocina soul. El local era un espacio sencillo y muy iluminado, con mesas de madera clara en torno a las cuales se reunían familias y grupos de adolescentes o de ancianos que celebraban sus raciones de pollo frito, arroz con habichuelas, pastel de carne picada y pan de maíz. Quien más tarde ocupó la Casa Blanca lo describió así en su libro de presentación 'La audacia de la esperanza', subtitulado con la misma intención 'Cómo restaurar el sueño americano'. El también encarnado por aquel “hombre grande y fornido que bizqueaba un poco tras sus gafas, lo que le daba un aire pensativo, como de profesor”.
La Contra
Las lágrimas del tío Tom
Obama alienta a continuar las protestas pacíficas por la muerte de George Floyd para asegurarse de que, ahora sí, produzcan los cambios que persiguen
Manifestación antirracista en Brooklyn, Nueva York, el 4 de junio. /
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