El topo común, sobre todo la hembra, suele ser tan solitario y huraño que rara vez se aventura a la superficie. Se pasa la vida excavando galerías subterráneas con las uñas, tris tras, tris tras, en busca de lombrices e insectos, guiado por el instinto, un fino sentido del tacto y el oído de los ciegos. Conforman su hábitat el silencio y la oscuridad húmeda, como sucedió tras la victoria franquista con centenares de hombres, escondidos en desvanes abandonados, en aljibes, pozos y conejeras, emparedados en alacenas, ocultos en falsos fondos de armarios, en tejados, maizales y estercoleros. El terror a las cunetas, al tiro en la nuca, los mantuvo aferrados al olvido. Muertos en vida.
Historias
El silencio de los pozos
Los reporteros Manu Leguineche y Jesús Torbado desenterraron en 1977 a los topos que resistieron la posguerra en escondrijos inverosímiles
Ilustración de Monra /
Lo más visto
- Impartir clase es cada vez más difícil: “En cada aula hay tres chavales desafiantes que invalidan al docente”
- Una nueva estafa pone en alerta a la Guardia Civil y se ve obligada a avisar: puedes perder hasta 411 euros
- El nuevo Sindicato de Vivienda de Catalunya reclama la abolición de alquileres y la expropiación de pisos vacíos
- La nueva ayuda de 300 euros para los funcionarios que están en Muface
- Una anciana confunde las pastillas de lorazepam con las de la alergia porque las cajas de ambos medicamentos son iguales