Si el poeta Maragall en su 'Oda nova a Barcelona' definía a la capital catalana como la «gran encisera» (la gran hechicera), su nieto fue el gran hechicero del proyecto olímpico en el sentido etimológico del término: 'encisador', es decir, encantador, cautivador. Cuando el 2 de diciembre de 1982 recibió el testigo de manos del alcalde Serra, el número 2 de la lista del PSC tenía un perfil técnico: había sido funcionario municipal y era especialista en economía urbana. Había llegado precipitadamente de Estados Unidos, donde impartía clases en la Johns Hopkins University, tres meses antes de las municipales del 3 de abril de 1979.
LOS 92 DEL 92
Pasqual Maragall, el gran hechicero
El alcalde aprovechó el proyecto olímpico para ligarlo a una transformación profunda de la capital catalana, abrirla al mar, modernizarla y hacerla competitiva
Pasqual Maragall celebra la nominación de Barcelona para organizar los Juegos Olímpicos de 1992. /
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