LOS 92 DEL 92

Los voluntarios olímpicos: la Barcelona de la ilusión colectiva

Los Juegos generaron un aluvión de altruismo, alimentado por la excepcionalidad del momento y el orgullo de pertenecer a la ciudad. Los protagonistas de aquel momento coinciden en que hoy sería muy difícil emular aquella unidad y aquella alegría

Mari Carmen, Joan y Herminia, junto a la escultura encargada a Claes Oldenburg para los Juegos del 92 (las cerillas gigantes sitas en la avenida del Cardenal Vidal i Barraquer) / Elisenda Pons

Hubo un tiempo en el que pasear por Barcelona con una americana azul con el logo olímpico en la solapa era señal de distinción. "Te dejaban pasar en el metro y la gente te sonreía y te saludaba". Eran los elegidos: los voluntarios de los Juegos de 1992. Se presentaron más de 100.000 pero fueron 44.767 (13.540, en el caso de los Paralímpicos) los que en ese caluroso mes de julio dieron forma a las mejores olimpiadas de la historia. Hoy, 30 años después, recuerdan con superlativo cariño esa etapa de sus vidas. Y con nostalgia, porque si bien es cierto el tópico de que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, coinciden en que muchas de las virtudes sociales y políticas de aquella época brillan hoy por su ausencia.