Munther Amira es el prototipo de activista palestino al que más temen las autoridades de Israel. No va armado. No tira piedras. No conspira para cometer atentados. Por eso precisamente le temen, porque no cree en la lucha armada, sino que ejerce con tenacidad la resistencia no violenta y educa en sus artes a las nuevas generaciones. Así que el pasado 18 de diciembre fueron a por él. Irrumpieron en su casa de madrugada arrastrando a su hermano del pescuezo, un médico sin pasado político que cayó desplomado en el recibidor tras haber recibido una paliza. Esposaron a dos de sus hijos, le arrancaron con unas tijeras la camiseta con un mapa de Palestina al pequeño, y golpearon a la madre y la hija. No volvió a saber nada de ellos hasta tres meses después, cuando fue liberado sin cargos. Había perdido 33 kilos. “Fue como estar en Guantánamo”, dice ahora. “En nuestra literatura decimos que las cárceles son la tumba de los vivos. Y así ha sido esta vez”.
Guerra en Oriente Próximo
Palizas, humillaciones, castigos y hacinamiento: el "Guantánamo” de los presos palestinos tras el 7 de octubre
Munther Amira, activista palestino de los derechos humanos /
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