En uno de los accesos al campo de refugiados palestinos de Balata, el más populoso de toda Cisjordania, hay que sortear una barrera de erizos de hierro con piedras a los lados listas para la batalla. Desde el 7 de octubre, las incursiones militares israelíes se suceden varias veces por semana y el campo vuelve a estar empapelado con carteles de “mártires” abatidos durante las redadas. Las calles son tan angostas que el sol apenas encuentra espacio para colarse. En menos de medio kilómetro cuadrado de edificios de hormigón viven 14.000 personas. De un modo u otro, casi todas dependen de la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos. Con el futuro de la agencia pendiendo ahora de un hilo, también sus vidas orillan el naufragio.
Conflicto en Oriente Próximo
La campaña contra la UNRWA golpea Cisjordania en el peor momento
Colegio de Preparatoria para Niñas de la UNRWA, en el campo de refugiados palestinos de Balata. /
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