La presencia de policías era la prueba palpable de la enorme carga política que tenía para Bulgaria aquella demolición. Tras años de polémicas, en diciembre el Ayuntamiento de Sofia inició el desmantelamiento del monumento al Ejército Rojo, un gigantesco complejo que dominaba el skyline de la ciudad, compuesto por grupos de estatuas de bronce, erigidas en estilo de realismo socialista, presentando a los militares soviéticos como liberadores, y sito en un céntrico parque de 2.000 metros cuadrados. "Hay mucho qué hacer aún" (este monumento) "es uno de los símbolos más prominentes de la violencia y la ocupación de Bulgaria", reaccionaba, satisfecha, a los micrófonos de la agencia AP, Marta Georgieva, concejala de una formación política europeísta local.
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Oficinas de la petrolera rusa Lukoil en Sofia, capital de Bulgaria. VALENTINA PETROVA / AP /
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