Aida puso tierra de por medio porque no podía más. No era feliz en Irán, donde tenía al demonio en casa. Durante 16 años su marido la maltrató a base de insultos, humillaciones y palizas. Pero nunca se atrevió a denunciar, pese a contar con cinco informes médicos que acreditaban los abusos. Ni siquiera cuando trató de estrangularla. "Sabía que si denunciaba, me mataría", dice ahora esta antigua profesora universitaria. Hace tres años hizo las maletas y se refugió en Barcelona, donde estudia un doctorado. Pero ni su verdugo ni el régimen de su país dejaron de pisarle los talones. Cuando comenzaron las protestas masivas en Irán por el asesinato de Mahsa Amini a finales de 2022, Aida se sumó a las manifestaciones semanales en las capital catalana para solidarizarse con las mujeres de su país. Ya no era únicamente una víctima. El brazo alargado de la República Islámica no tardaría en llamar a su puerta.
Acoso a la oposición
Irán fuerza a dos disidentes iraníes a vivir como apátridas en Barcelona
Las disidentes iraníes Shaghayegh Norouzi y Aida (de espaldas), bloqueadas en Barcelona después de que Irán denegara la renovación de sus pasaportes. /
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