Cada noche, Nadim Bitar se cuela en conversaciones de extraños. Mientras toman una copa o gozan de una cena romántica en los exclusivos locales del barrio beirutí de Mar Mijael, Nadim les ofrece un obsequio. Este libanés de 77 años presenta una colección de sencillos brazaletes a cualquiera con el que se cruza. Espera que, con el par de euros que le den a cambio, consiga mantenerse. “¿Quién hubiera pensado que todavía tendría que trabajar a mi edad?”, pregunta desde la modesta habitación que le sirve de casa. “Pero necesito comer”, constata reflejando una realidad cada vez más común en el Líbano. En la capital del país de los cedros, la gente mayor aún tiene que limpiar las calles, o conducir taxis, o atender al público, o pedir limosna, o rebuscar entre la basura. Son ancianos como Nadim, abandonados por su Estado y forzados a pasar sus últimos años de vida cuidando de sí mismos. Es pura cuestión de supervivencia.
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Crónica desde Beirut: forzados a trabajar en la tercera edad
El anciano Nadim, en su modesta habitación. /
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