Alumbrada por la luz que se cuela por el ventanal, Farah recuerda el verde de su tierra. "No sé qué ha pasado con mi casa, pero quiero volver, necesitamos volver", confiesa, mientras sujeta en brazos a una de sus cinco hijos. Junto a su familia, esta mujer menuda y risueña lleva semanas viviendo en un aula escolar de la ciudad de Tiro, a 25 kilómetros de su hogar. No es mucha distancia. Para ella, y su gente, es un mundo. Aquí, los niños corretean en libertad por un pasillo a oscuras antes de estallar en la enésima pelea. Son ya cuatro meses de éxodo. Entre las decenas de adultos refugiados en estas clases, aumentan las tensiones que los pequeños adoptan. "Veo los vídeos de lo que está ocurriendo en Gaza y no puedo evitar pensar en mis hijos, mi casa", lamenta. Ese hogar que añora, que idealiza, que tal vez ya no exista está en Beit Lif, una aldea fronteriza del sur del Líbano con Israel. Desde el pasado 8 de octubre, el verde de Beit Lif se ha teñido de metralla y escombros, y el azul de su cielo ha sido tomado por cohetes y drones. Ha desaparecido la vida y, con ella, los colores.
Casas y cultivos perdidos
El drama de miles de desplazados internos en el Líbano: "Tememos que nos pase a nosotros lo que pasa en Gaza"
El 75% de la población del sur del país de los cedros ha sido forzada a abandonar sus casas y cultivos para salvar la vida, y muchos no saben si sus hogares siguen en pie
DIRECTO | Última hora de la guerra entre Israel y Hamás
Farah con una de sus hijas, en un aula de la escuela donde se encuentran refugiadas. /
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