“Los recortes en las ayudas al diésel agrícola son la gota que colmó el vaso de nuestra paciencia”, explica Sven Laske, agricultor de 35 años de Brandeburgo, el “land” que envuelve Berlín. Forma parte de un corrillo de unos veinte compañeros arremolinados junto a una hoguera, a unos 200 metros de la emblemática Puerta de Brandeburgo. Unos toman una sopa humeante recién cocinada en el hornillo de un camión, otros apuran el quinto café, alguno desafía el frío –7 grados bajo cero, a punto de llegar al mediodía- con una cerveza. Destaca en el corrillo un grupo de trabajadores de una empresa de limpieza de carreteras -Retec- enfundados en su mono amarillo. “No somos como los chalecos amarillos franceses. No tenemos infiltrados, no es una protesta politizada”, sostiene uno de ellos.
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Las protestas agitan Alemania en un año de turbulencias
Protesta de los agricultores en la ciudad de Dresde /
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